Los trabajadores precisamos recuperarnos temporalmente del estrés al que estamos sometidos a lo largo del año, necesitando periodos de vacaciones para asegurar nuestro bienestar.
El número de días necesarios para lograr una recuperación, ya sea física o psicológica depende de varios factores entre los que destacamos el tipo de estrés que soportamos, nuestra personalidad y el tipo de trabajo (físico o con demanda intelectual).
Respecto al periodo de disfrute, es el estival el que lleva a un mayor grado de desconexión, resultando beneficioso para nuestra salud.
Pero este efecto beneficioso de las vacaciones lleva ligado otros efectos negativos, como puede ser el estrés producido por la reincorporación al trabajo tras la finalización de las mismas (lo que conocemos comúnmente como síndrome post-vacacional).
El elemento más importante que nos lleva a este estrés es la vuelta a la rutina diaria, retornando a nuestras obligaciones, responsabilidades, horarios….
Esta presión emocional a la que nos enfrentamos al reincorporarnos al entorno laboral y a la vida cotidiana no se considera una enfermedad como tal, aunque presenta una serie de síntomas que pueden trasladarse al ámbito físico y psicológico, pudiendo dar lugar a complicaciones de naturaleza crónica en caso de no ser tratados convenientemente.
Los principales síntomas para identificarlo son la apatía, cansancio, falta de energía, de motivación y concentración para realizar de nuevo nuestro trabajo. Los casos más extremos pueden llevar incluso a malestar general, dolor de cabeza y ansiedad.
Estos síntomas se acrecientan en aquellos casos en los que el clima laboral es negativo (mal ambiente entre compañeros, jefes poco permisivos…).
Os indicamos algunas pautas que pueden hacer más llevadera la vuelta al trabajo:
- Dividir el periodo vacacional en varios tramos. Las personas que disfrutan de las vacaciones en periodos largos son más propensas a sufrir este síndrome.
- No volver de vacaciones el día anterior a la incorporación (al menos con 2 días de antelación), para en la medida de lo posible reincorporarnos gradualmente a nuestro estilo de vida.
- Ver el lado positivo de la vuelta al trabajo (reencuentro con compañeros, emprender nuevos retos,…). No todo el mundo tiene la suerte de dedicarse a un trabajo de forma vocacional, pero hay que pensar que aceptar ciertos puestos aunque nos alejen del empleo soñado nos da a cambio estabilidad económica para afrontar nuestras obligaciones.
- Levantarse antes los días previos, y establecer horarios regulares para las actividades cotidianas.
- Durante los primeros días poner el despertador diez minutos antes, evitando de este modo las prisas y el estrés.
- El primer día iniciar la actividad laboral de manera suave, afrontando las cargas de trabajo de manera gradual (empezando en la medida de lo posible por aquellas que resultan más gratas o fáciles de realizar). Priorizaremos las más importantes y urgentes y comenzaremos por las más gratas y sencillas.
- Practicar alguna actividad física, llevar un tipo de alimentación saludable y realizar técnicas de relajación. Cuando nos sentimos bien con nosotros mismos se refleja en nuestro estado de ánimo y en los pensamientos positivos hacia lo que nos rodea.
- Reducir el consumo de cafeína, ya que agudiza los síntomas de estrés.
- No llevarse trabajo a casa. Es posible que a la vuelta de vacaciones haya muchas cosas pendientes, pero para hacer un trabajo eficiente la jornada siguiente es necesario desconectar.
- Disfrutar del tiempo libre, el buen tiempo todavía continua y aún se pueden hacer planes veraniegos, como reencontrarnos con amigos y vecinos en nuestro lugar de residencia habitual.
Y sobre todo, no debemos olvidar que el síndrome postvacacional es pasajero, una vez que se vuelve a la rutina los síntomas tienden a desaparecer. Debemos tener una actitud positiva y no darle más importancia de la que tiene, eso sí, si se alarga varias semanas es recomendable acudir a nuestro médico.